
–Yo no creo en la historicidad de esos cuentos.
–Hace ya tiempo he advertido que algunas partes de su nous están podridas. Que el Señor lo sane.
–Historicidad de los Evangelios de la Infancia de Jesús
De los cuatro evangelistas, son dos los que refieren datos sobre la infancia de Jesús, San Mateo (1-2) y San Lucas (1-2). La Iglesia siempre creyó en la historicidad de los Evangelios, y esa fe se mantuvo firme hasta la aparición del protestantismo liberal y de su filial modernismo, que pusieron en duda la historicidad de los Evangelios, o al menos de muchos de sus relatos, milagros y de cualquier lugar de ellos que estimaban increíbles.
Una degradación de la exégesis era previsible desde Lutero. El principio del libre examen de las Escrituras conduce al protestantismo liberal, eclosionado sobre todo en el siglo XIX, cuando la exégesis se vio dominada por el pensamiento filosófico y teológico iniciado en el siglo XVIII, en el marco de la Ilustración.
Fue entonces cuando la Sagrada Escritura dejó de ser sagrada para aquellos exegetas que la comenzaron a corroer desde dentro como termitas. Y es que la Escritura no puede mantenerse separada de la Tradición y el Magisterio. Los tres forman un triángulo equilátero, en el que cada lado sostiene a los otros dos (Vat. II, Dei Verbum 10). Nunca pensó Lutero que dejando sola a la Escritura, sola Scriptura, acabaría el luteranismo sine Scriptura, y lo mismo las otras antiguas confesiones de la Reforma: es decir, al borde de la extinción.
–La exégesis protestante liberal y el modernismo comenzaron por negar la historicidad de los Evangelios en lo referente a la infancia de Jesús y a los milagros. Pero muy pronto esta ideología fue extendiéndose prácticamente, al menos como posible exigencia de la exégesis «científica» del la crítica histórica, a todo el Evangelio.
Las Vidas de Jesús, a la luz de esa herejía, comenzaron a escribirse por el Bautismo del Jordán. Nada podía decirse de la vida de Jesús anterior a su presentación pública en el Bautismo, pues no había para ello un fundamento fide-digno. Y a lo largo del siglo XX esta pésima ideología fue asumidad por gran parte de los escrituristas católicos –que Dios los perdone–. En mi obra Los Evangelios son verdaderos e históricos describo y refuto con cierta amplitud este proceso.
–Las Vidas de Jesús siempre habían comenzado en Nazaret y Belén. Así, por ejemplo, las escritas por Taciano, Ricciotti, Mauriac, Willam, Vilariño, Salguero, Grandmaison, Martínez Puche, y tantos otros que no recuerdo ahora, o que no conozco. En el último medio siglo lo normal es ya que entre los católicos, como entre los protestantes, las Vidas de Jesús comiencen por el Bautismo en el Jordán. Lo que implícitamente al menos viene a negar la historicidad de los Evangelios de la Infancia, pues ningún biógrafo omite referir la infancia y juventud de su biografiado, tan importante, a no ser que carezca en absoluto de datos históricos fiables. ¿Qué credibilidad tienen unos historiadores de Jesús que nada nos dicen de sus primeros treinta años, porque niegan ellos credibilidad a los Evangelistas que informan de ellos?
Ese «Jesús» que aparece en el Jordán para recibir el bautismo de Juan ¿quién es? ¿de dónde viene? ¿de qué familia procede?… No saben, no contestan.
–Los dos volúmenes del Jesús de Nazaret de Joseph Ratzinger comienzan por el Bautismo, y están publicados cuando ya era el papa Benedicto XVI (Jesús de Nazaret. I parte. Desde el Bautismo hasta la Transfiguración, La Esfera de los Libros, Madrid 2007: y Jesús de Nazaret. II parte. Desde la Entrada en Jerusalén hasta la Resurrección, Encuentro, Madrid 2011). Mientras leía yo esta obra excelente, no dejaba de lamentar que comenzara en el Bautismo del Jordán.
Pero poco después publicó Ratzinger La Infancia de Jesús (Planeta, Barcelona 2012), advirtiendo que «no se trata de un tercer volumen, sino de algo así como una antesala a los dos volúmenes precedentes sobre la figura y el mensaje de Jesús de Nazaret» (proemio).
Bendigamos al Señor. En esta precioso estudio, admirable en erudición, argumentación y teología, confiesa el Autor su fe en la historicidad de los Evangelios de la Infancia. Confirma la realidad de los «Reyes Magos», que por supuesto ni eran reyes ni eran magos, sino hombres procedentes del Oriente, seguramente de Babilonia, centro de astronomía y religiosidad, como hombre cultos y religiosos, filósofos y astrónomos. Confirma también la realidad sobrehumana de «la estrella» conductora de sus pasos hasta el portal de Belén. Y lo hace con numerosos argumentos, alegados sobre todo en los últimos cincuenta años, por escrituristas y científicos.
«¿Es verdaderamente historia acaecida, o es sólo una meditación teológica expresada en forma de historia? A este respecto [el cardenal] Jean Daniélou… llega a la convicción de que se trata de acontecimientos históricos, cuyo significado ha sido teológicamente interpretado por la comunidad judeocristiana y por Mateo… Ésta es también mi convicción» (pg. 123).
Cita Ratzinger también, entre otros, a Klaus Berger en su Kommentar zum Neuen Testament (Gütersloher Verlagshaus, 2011):
«Aun en el caso de un único testimonio [el de Mateo]… hay que suponer, mientras no haya prueba en contra, que los evangelistas no pretenden engañar a sus lectores, sino narrarles los hechos históricos… Rechazar por mera sospecha la historicidad de esta narración va más allá de toda competencia imaginable de los historiadores» (pg. 124; pg. 20 del Kommentar).
–Testimonio de René Laurentin
De este teólogo (1917-2017), especializado en mariología, cito un interesante testimonio publicado en su obra Les Évangiles de l’Enfance du Christ. Vérité de Noël au-delà des mythes (Desclée, París 1982).
«Me he pasado medio siglo estudiando los Evangelios de la infancia (Mt 1-2 y Lc 1-2, y el resto). Siempre he entrevisto la riqueza de estos Evangelios, nutridos de todo el A. T. … Y, sin embargo, seguía yo seducido por la actitud iconoclasta cultural del ambiente, una actitud procedente del racionalismo liberal: estos primeros capítulos eran leyendas tardías, theologumena, es decir, relatos ficticios fabricados para expresar ideas teológicas entrañables a los creyentes, se repetía. Mis primeros trabajos, que manifestaban la riqueza bíblica de estos Evangelios, consiguieron una amplia estima en el mundo exegético a escala ecuménica. Caracterizaba yo estos Evangelios como midrashim. De ahí se inducía que yo los tenía por fábulas, lo que se ponía en mi activo de progresista. De hecho, yo no me atrevía demasiado a plantear el problema de la historicidad, ampliamente puesto en duda…
«Fue en 1980 cuando me atreví a abordar el estudio específicamente histórico de estos Evangelios. Con él se disiparon las dudas nocivas… Este retorno a la evidencia ha sido un perjuicio para mi reputación. Me encontré etiquetado de fundamentalista: como autor a desaconsejar». Después de innumerables viajes e investigaciones, Laurentin descubrió el Mediterráneo: las narraciones del Evangelio son verdaderas, son históricas, también las de la Infancia de Jesús. Bendigamos al Señor que le abrió los ojos del alma.
Quiera el Señor, en este día de la Epifanía, abrir también la mente, el corazón y los labios de todos los predicadores y de todos los fieles de la Iglesia, para que confiesen la fe católica en su advocación litúrgica de la adoración de aquellos Reyes Magos, que procedentes del Oriente, fueron guiados por una estrella misteriosa hasta el portal de Belén, donde, postrándose y ofreciendo sus regalos, adoraron a Jesús recién nacido, mostrado humildemente en el regazo de su Madre Virgen.
José María Iraburu, sacerdote
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