Tengo un amigo que trabaja en una entidad bancaria y que está muy preocupado por la perdida de clientes. Es un buen tipo: trabajador, simpático, abnegado. Pero se le va la gente y no puede hacer nada. Yo puedo dejarme el pellejo, atender a la gente, visitarlos en sus casas, explicar las cosas, invitar a café, pero si desde “arriba” me obligan a cobrar comisiones, quitar servicios o endurecer la posibilidad de ofrecer créditos, pues no puedo hacer más. Me agradecen el trabajo, pero se marchan.
Algo de esto nos pasa en la Iglesia católica. Una parte de la responsabilidad en la marcha de cada parroquia está en el cura que la atiende, pero solo una parte. Si cada día las iglesias están más vacías y los conventos no aguantan, algo habrá que preguntar más arriba. Digo yo.
Es verdad que la gente tiene de referencia a su cura, pero cada vez menos, porque además de su cura tienen televisión, redes sociales, internet y ven cosas. Posiblemente la más desconcertante, la que más hastía y desanima, es esa sensación de que en la Iglesia Católica prácticamente todo vale, y que nunca pasa nada salvo que sea tan gordo que acabe saliendo en la cabecera de un telediario. Es decir, en la parroquia de A. se celebra misa cada día, y en la de B., al lado, los domingos y festivos solamente. D. Fulano pasaba horas cada día en el confesionario, mientras que D. Mengano dice que no hace falta confesarse tanto. Unos curas visten de sotana o clergyman, otros de seglar con diversidad de estilos desde el traje al vaquero astroso. Se puede ver celebrar con casulla o sin ella. La religiosidad popular lo mismo es fomentada por un cura que suprimida por otro.
La gente se pregunta cuál es la política de empresa para recibir como respuesta que el evangelio y anunciar a Jesucristo. Esto es como si a mi amigo, el del banco, le preguntan por la política de empresa y dice que ayudar al ahorro y a la inversión, pero que después cada sucursal lo entiende a su manera y que todos felices mientras no haya denuncia por desfalco. Evidentemente el banco dura tres días. Como la iglesia.
La responsabilidad del cura es parte. Pero solo parte. De más arriba dependen la distribución del clero, la unidad en la liturgia, los mínimos en la actividad pastoral, una moral no dependiente del capricho de cada cual.
Si cada vez tenemos menos gente en la iglesia, se cierran conventos, los seminarios andan justitos y la impresión no es nada buena, no basta con mirar al cura de la parroquia, que lo más que puede hacer es trabajar con toda ilusión, pero sabiendo que hay cosas que le superan.
Mi amigo, el del banco, lo tiene claro: hay un presidente y un consejo de administración, y ellos son los que tienen que tomarse esto en serio y ver cómo podemos salir de esta. Yo a lo más que llego es a lo que hago: trabajo, cumplo mis horarios, atiendo lo mejor que puedo a los clientes que vienen y me lamento por los que han dejado de venir. Pues eso.
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