La finalidad de la revelación es la salvación del hombre y, para alcanzar esa meta, ha de salvar la imaginación cognitiva y la imaginación ética: “lo que debe ser salvado en el corazón del ser humano, es la imaginación misma, tanto para el actuar como para el saber” (N. Steeves); para evitar, en definitiva, imaginar lo falso en el plano del conocimiento y lo malo en el plano ético.
J.H. Newman destaca en sus escritos el carácter “realizante” (To realize) de la imaginación. El conocimiento de índole personal, concreto y vinculado a la experiencia, está asociado a la aprehensión real; es decir, a la interpretación de los términos de una proposición – de un enunciado - como referidos a realidades y no meramente a nociones.
Cuando digo: “Mi amigo Arturo ha salido del hospital de Vigo” los términos de esta frase son concretos y se refieren a realidades conocidas por mí, asociadas a mi experiencia y a mi memoria. Si digo: “Un triángulo es un polígono de tres ángulos y tres lados”, no hay nada personal en los términos que conforman la proposición, sino que se trata de una expresión pública, anónima, nocional.
La aprehensión real – unida a lo concreto - es más fuerte que la nocional y abstracta “porque las cosas, que constituyen su objeto, son más impresionantes y estimulantes que las ideas que son objeto de la nocional. Nuestras experiencias y nuestras imágenes llaman la atención y ocupan nuestra mente, pero las abstracciones y sus combinaciones no” (J.H. Newman).
En el asentimiento real, en la adhesión incondicional a la verdad enunciada por una proposición real, “la mente está dirigida hacia las cosas representadas por las impresiones que han dejado en la imaginación”. Lo real es lo personal, porque este ámbito cognoscitivo está relacionado con imágenes que son a menudo especiales y propias de cada uno.
Los términos se figuran con la imaginación de un modo tan vivo que aparecen en su realidad visiva como representaciones mentales de cosas. La comprensión de la inteligencia humana se amplía al incluir la relevancia de la imaginación en el conocimiento.
El asentimiento real, y la aprehensión que lo precede, está relacionado, aunque no necesariamente, con la acción. La imaginación, que le presenta su objeto, puede estimular facultades mentales de las cuales procede la acción.
Normalmente, las personas nos movemos más ante un problema que afecta a alguien conocido, con nombre, apellidos y rostro, que ante una fría y anónima estadística.
De todos modos, para que sea posible la aprehensión, se requiere que los términos de una proposición representen algo para el sujeto que la escucha, bien sea nociones o cosas concretas.
El dotar de contenido los términos de una proposición pide una cierta familiaridad con los mismos, que no ha de darse por supuesta en lo que concierne a las expresiones que sirven de mediación a la revelación y a la fe.
También el plano de lo sacramental y, en este contexto, el de lo litúrgico requiere un proceso de mistagogia, de explicación de los ritos, de iniciación, de familiarización con las palabras, con los gestos - y con sus significados - vinculados a la celebración de la fe.
Se precisa, en suma, una “imaginación compartida” – en este caso la imaginación eclesiástica – para que los ritos, sin ser desnaturalizados, puedan ser al menos mínimamente comprendidos.
Sin esta imaginación compartida, sin formar parte de ella, sin conocer algo del “imaginario” cristiano, uno no estaría en condiciones de asimilar las referencias visibles e imaginativas de las celebraciones cristianas.
Guillermo Juan Morado.
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