La foto es de un relicario. Hace unos días vi el vídeo del sacerdote acusado de abusos a una menor en el que reconocía los hechos. Ha sido arrestado en Venezuela. Me ha parecido un acto indigno de la Justicia obligar a ese ser humano a reconocer su delito mirando de frente a una cámara para ponerlo después en televisión.
A todo culpable, incluso a un asesino, hay que respetarle un cierto grado de dignidad. Una cosa es reconocer un delito ante un juez en un juicio público, y otra muy distinta es que todo esté organizado para grabarte en una comisaría de policía para que cada palabra que diga sea retransmitida en las pantallas de millones de hogares. El Gran Hermano de la Justicia venezolana.
Este tipo de espectáculos no tienen nada que ver con la para mí tan honrosa misión de hacer Justicia y sí que tiene que ver con la política. Y es que el régimen venezolano tiene cuentas pendientes con la Iglesia. En cuanto ha tenido en su poder a un sacerdote acusado de esto, le ha faltado tiempo para grabarlo y ponerlo en televisión y en la Red.
En poder de la “Justicia” de ese país hay asesinos, ladrones, violadores, secuestradores, pero los facinerosos que “gobiernan” ese país tenían interés precisamente en la declaración televisada de este individuo.
Para el futuro y para todo tipo de delitos, la Justicia debe imponer sentencias justas, pero no es función de los servidores de la Ley humillar a nadie, ni siquiera al más culpable: a nadie, por ningún delito.
Si yo fuera un juez y un fiscal humillase al acusado, aunque fuera un terrorista, le interrumpiría: "Señor fiscal, limítese a presentar las pruebas o sus argumentos. A usted no se le paga el sueldo para para avergonzar aquí a nadie. Limítese a hacer su trabajo".
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