En ciertos momentos, hay que aparcar las diferencias


Hoy estamos aquí reunidos, en este funeral laico, para dar el último adiós a nuestro querido presidente Sánchez. Su tenacidad, su perseverancia, es de todos conocida. Hace 37 años se propuso exhumar el cuerpo de Franco. Quién se podía imaginar que después se interpondría un tercer recurso ante el Tribunal Supremo, después otro (a traición) ante el Tribunal Constitucional, y un último ante del Tribunal de Estrasburgo. Quién podía ni siquiera imaginar que después la Sala II de lo contencioso admitiría las posteriores alegaciones de la Asociación Nacional de Sepultureros (ANS), además de un recurso de la Asociación Polaca de Madrid y una última de los nietos de la Guardia Mora del dictador.

Han sido 37 años muy largos para después abrir la tumba y descubrir que estaba vacía y que su cuerpo siempre descansó en La Almudena… y que Carmena lo sabía.

La vida no le ahorró golpes a este hombre de Estado. Sí, la vida no fue fácil para él: su hijo entró en Segovia como carmelita descalzo, su mujer se retiró en la cartuja en Burgos. El Destino parecía cebarse con este servidor de la nación.

No es de extrañar que, en sus últimos años, nuestro querido presidente perdiera la cabeza y creyera revivir cada jornada la exhumación del dictador, como si del Día de la Marmota se tratase. Quizá el último crimen de Franco fue lograr que Sánchez se arrojase de lo alto de la cruz del Valle de los Caídos al vacío gritando: Mirad como vuelo.

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19:24

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