Interesante reflexión morla de Gregorio Guitián:
¿En qué consiste la felicidad? ¿En las riquezas, en el placer, en la diversión, en el éxito profesional, en el amor? ¿Y cuál es el buen camino para llegar a ella? Hoy muchos afirman con rotundidad que no existe una verdad acerca de la bondad o maldad del obrar en vistas a la excelencia humana. Lo que existe son las verdades de cada individuo, «que consisten en la autenticidad con lo que cada uno siente dentro de sí, válidas sólo para uno mismo, y que no se pueden proponer a los demás con la pretensión de contribuir al bien común» (Francisco). De ese modo la «gramática» del amor y la felicidad humanas, es decir, una verdad más grande acerca del obrar moral que orienta la vida personal y social en su conjunto hacia una vida lograda, no existiría y es vista con sospecha.
Sin embargo, comprobamos que, aunque todo el mundo busca la felicidad, hay mucha infelicidad en este mundo. Eso es percibido por todos como un mal, es decir, como la privación del bien adecuado al ser humano. No todo aquello que el hombre ama y estima ser la clave de la felicidad lo es en realidad, ni todos los caminos que parecen llevar a la felicidad terminan en ella: las apariencias y los espejismos abundan. Por ejemplo, es frecuente cifrar la felicidad en los placeres, en el bienestar físico o en la posesión y disfrute de las riquezas, y orientar la conducta en consecuencia. Sin embargo, numerosas personas de todos los tiempos que han perseguido –y logrado– una vida de placer, bienestar y riquezas afirman desde lo más íntimo de sus corazones que son infelices. ¿No era esa su verdad acerca de lo bueno para ellos? ¿Y las obras con las que perseguían la felicidad no eran buenas moralmente, puesto que aquella era su verdad?
Si la moralidad fuera algo subjetivo, que cambia en función de las personas, épocas y sociedades, no habría inconveniente en volver a permitir, por ejemplo, la esclavitud según en qué lugares y circunstancias. Sólo pensarlo produce repulsión, y es que la inmoralidad de la esclavitud es una verdad moral incuestionable para la humanidad; una verdad alcanzada tras vencer fuertes resistencias de una razón oscurecida por poderosos intereses personales y colectivos.

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