La civilización occidental construye, más que nunca, gran cantidad de edificios. Pero no tiene casas, tiene pocos hogares, pues carece del amor preciso para realizarlos. En las estadísticas aparecen numerosos habitantes y, sin embargo, se trata de un número de gente, gentes que tienen muy poco de habitantes. El origen del término “habitar” es la palabra latina habitare, que viene de habere, tener. Habitar significa tener, poseer con continuidad: posesión contínua. Pero eso quiere decir que habitar significa superar el tiempo, no dejar que él me venza.
Si, en un edificio determinado encuentro siempre el mismo amor, esa mismidad, ese mantenimiento supone la victoria sobre el desgaste del tiempo. Y por eso, ese es el único lugar al que puedo “volver”, porque sólo se vuelve a lo que se mantiene fiel a sí mismo y a los demás. Esa es mi casa, ahí habito.
Rafael Alvira
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