Hoy he subido al hospital a ver a los enfermos. Me he encontrado con un hospital vacío de visitantes y familiares. Los pasillos están vacíos como nunca. Hay una planta totalmente aislada y dos pasillos más en otras plantas. He intentado visitar a un sacerdote ingresado, aunque él no lo había pedido. Pero el equipo que hay que ponerse era excesivo para solo una visita sin necesidad. Las enfermeras me lo han desaconsejado y, de inmediato, he visto que tenían razón.
Los ancianos mueren. Pero, como lo hacen a solas, nadie nos llama para darles la unción de los enfermos. Hay que tener en cuenta que eran siempre los familiares los que nos avisaban.
En todos los pasillos del hospital hay una atmósfera psicológica densa, como de estar viviendo una gran catástrofe. Para nada existe el ambiente risueño, de alegre actividad, que era el usual entre los médicos, enfermeros y trabajadores. Están preparando la biblioteca del hospital, extensísima, para hacer de ella una gran sala con camas. Al entrar y salir de la capilla, veía cómo trabajaban los operarios.
El mismo capellán del cementerio me ha dicho que la dirección le ha pedido que no vaya estos días. Sí, vivimos una situación impensable hace un mes.
Esta mañana he caminado por el epicentro de este terremoto epidémico. Allí no son cifras, son rostros concretos. Ahora bien, no cambio ni una palabra de lo escrito en días anteriores.
La capacidad de gobernar, la gran capacidad de gobernar, la magna cualidad de dirigir a los demás, consiste en no desorientarse a la hora de tomar las decisiones correctas desde una perspectiva más amplia.
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Me siento muy bien de salud. En fin, os pongo dos músicas muy agradables y rebosantes de optimismo:
Once There Was a Hushpuppy
The Chapters
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