Domingo 19 de Agosto de 2018
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Verde
Martirologio Romano: San Juan Eudes, presbítero, que durante muchos años se dedicó a la predicación en las parroquias y después fundó la Congregación de Jesús y María, para la formación de los sacerdotes en los seminarios, y otra de religiosas de Nuestra Señora de la Caridad, para fortalecer en la vida cristiana a las mujeres arrepentidas. Fomentó de una manera especial la devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María, hasta que en Caen, de la región de Normandía, en Francia, descansó piadosamente en el Señor.
Fecha de canonización: Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.
Fecha de canonización: Fue canonizado en 1925 y su fiesta fue incluida en el calendario de la Iglesia de occidente en 1928.
Antífona de entrada Sal 83, 10-11
Señor, protector nuestro, mira el rostro de tu Ungido, porque vale más un día en tus atrios que mil en otra parte.
Oración colecta
Dios nuestro, que has preparado bienes invisibles para los que te aman, infunde en nuestros corazones la ternura de tu amor para que, amándote en todas y sobre todas las cosas, alcancemos tus promesas que superan todo deseo. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
Oración sobre las ofrendas
Acepta, Señor, nuestra ofrenda, en la cual se realiza un admirable intercambio, para que, al ofrecerte lo que nos diste, podamos recibirte a ti mismo. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión Sal 129, 7
En el Señor se encuentra la misericordia y la redención en abundancia.
O bien: cf. Jn 6, 51
Dice el Señor: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente”.
Oración después de la comunión
Señor y Padre nuestro, unidos a Cristo por este sacramento, imploramos humildemente tu misericordia, para que, hechos semejantes a él en la tierra, merezcamos gozar de su compañía en el cielo. Que vive y reina por los siglos de los siglos.
1ª Lectura Prov 9, 1-6
Lectura del libro de los Proverbios.
La Sabiduría edificó su casa, talló sus siete columnas, inmoló sus víctimas, mezcló su vino, y también preparó su mesa. Ella envió a sus servidoras a proclamar sobre los sitios más altos de la ciudad: “El que sea incauto, que venga aquí”. Y al falto de entendimiento, le dice: “Vengan, coman de mi pan, y beban del vino que yo mezclé. Abandonen la ingenuidad, y vivirán, y sigan derecho por el camino de la inteligencia”.
Palabra de Dios.
Comentario
La sabiduría de Dios es como un alimento nutritivo y el vino gustoso. Podemos saborear este don de Dios, que nos hace conocerlo no como fórmula teórica, sino desde la experiencia. Nuestra vida se renueva y se energiza con el pan y el vino de la sabiduría.
Salmo 33, 2-3. 10-15
R. ¡Gusten y vean qué bueno es el Señor!
Bendeciré al Señor en todo tiempo, su alabanza estará siempre en mis labios. Mi alma se gloría en el Señor; que lo oigan los humildes y se alegren. R.
Teman al Señor, todos sus santos, porque nada faltará a los que lo temen. Los ricos se empobrecen y sufren hambre, pero los que buscan al Señor no carecen de nada. R.
Vengan, hijos, escuchen: voy a enseñarles el temor del Señor. ¿Quién es el hombre que ama la vida y desea gozar de días felices? R.
Guarda tu lengua del mal, y tus labios de palabras mentirosas. Apártate del mal y practica el bien, busca la paz y sigue tras ella. R.
2ª Lectura Ef 5, 15-20
Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los cristianos de Éfeso.
Hermanos: Cuiden mucho su conducta y no procedan como necios, sino como personas sensatas que saben aprovechar bien el momento presente, porque estos tiempos son malos. No sean irresponsables, sino traten de saber cuál es la voluntad del Señor. No abusen del vino que lleva al libertinaje; más bien, llénense del Espíritu Santo. Cuando se reúnan, reciten salmos, himnos y cantos espirituales, cantando y celebrando al Señor de todo corazón. Siempre y por cualquier motivo, den gracias a Dios, nuestro Padre, en nombre de nuestro Señor Jesucristo.
Palabra de Dios.
Comentario
Cantar los salmos, rezar oraciones y dar gracias a Dios con nuestros labios y nuestro corazón, todo esto nos hace vivir unidos a él. De esta manera, nuestra vida se santifica y no dejamos lugar para las cosas vanas.
Aleluya Jn 6, 5 6
Aleluya. “El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él”, dice el Señor. Aleluya.
Evangelio Jn 6, 51-59
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Juan.
Jesús dijo a los judíos: “Yo soy el pan vivo bajado del cielo. El que coma de este pan vivirá eternamente, y el pan que yo daré es mi carne para la Vida del mundo”. Los judíos discutían entre sí, diciendo: “¿Cómo este hombre puede darnos a comer su carne?”. Jesús les respondió: “Les aseguro que si no comen la carne del Hijo del hombre y no beben su sangre, no tendrán Vida en ustedes. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene Vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Porque mi carne es la verdadera comida y mi sangre, la verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Así como yo, que he sido enviado por el Padre que tiene Vida, vivo por el Padre, de la misma manera, el que me come vivirá por mí. Éste es el pan bajado del cielo; no como el que comieron sus padres y murieron. El que coma de este pan vivirá eternamente”. Jesús enseñaba todo esto en la sinagoga de Cafarnaún.
Palabra del Señor.
Comentario
“El pan de vida es el don de la salvación. Su origen celestial nos asegura su fuerza salvífica. El hombre tiene acceso a ese don, encarnado ahora en la persona de Jesús, siempre que crea en él. Las dos expresiones –’el que viene a mí’ y ‘el que cree en mí’– son sinónimas. El hambre y la sed se complementan como signos de la realidad humana en su finitud y fragilidad. Lo que el hombre necesita para vivir lo recibe en el don del pan de vida”.
Oración introductoria
Jesús mío, ¡gracias!, por estar presente en la Eucaristía y por darme la posibilidad de poder recibirte en mi interior. Yo solo no puedo corresponder a tanto amor y misericordia, por eso te pido que me muestres, en esta oración, tu voluntad, el camino que he de seguir para poder recibirte dignamente en mi corazón.
Petición
Jesús, no soy digno de que vengas a mí, pero una palabra tuya bastará para sanarme. ¡Ven Señor!
Meditación
1.- Cristo es la Sabiduría. En el Libro de los Proverbios aparece la Sabiduría personificada como la primera criatura de Dios que le acompaña después en todas las obras de la creación. Siguiendo el juego literario de la personificación, el autor sagrado, en la segunda parte de su himno, nos habla de la Sabiduría que edifica su casa entre los hombres y prepara un banquete para todos los que lo desean. Así pues, en cualquier caso se trata de una sabiduría que viene de Dios para los hombres. Y ahora, viendo las cosas desde el Nuevo Testamento, especialmente desde el prólogo al Evangelio según san Juan, podemos descubrir una intención más profunda en este himno, sobre todo si tenemos en cuenta el dinamismo profético de unas palabras que son también palabras de Dios y no sólo del autor sagrado: Cristo es en realidad aquella Sabiduría o Palabra de Dios que "era ya en el principio de todas las cosas, por quien todas éstas fueron creadas", "que habitó entre nosotros", "en quien puso el Padre todas sus complacencias", que vino al mundo "para que tengamos vida y la tengamos abundante" y que invita a todos los hombres a sentarnos a su mesa: la mesa de la "palabra que da la vida" y del "pan bajado del cielo".
2.- “Mirad como vivís”. San Pablo recuerda que somos "hijos de la luz", tenemos la posibilidad y el deber de caminar con el espíritu alerta. Nos da consejos concretos acerca de nuestro comportamiento: caminad, ya que podéis, a plena luz del día; no tengáis nada que esconder, vigilad y vivid atentos al momento; marchad despabilados y atentos para descubrir la importancia de cada momento, lo que el Señor quiere de vosotros en cada instante. Porque no basta con saber lo que se debe hacer en general, sino que es preciso descubrir la voluntad de Dios en cada situación concreta; por ejemplo; ir a Misa los domingos es un deber general para todos los cristianos, pero cuando un enfermo te necesita debes estar también a su lado. También advierte del peligro de seguir los criterios mundanos: "No os emborrachéis con vino, que lleva al libertinaje; sino dejaos llenar del Espíritu". Un cristiano de verdad debe intentar hacer en cada momento lo que agrada a Dios, que es que amemos a nuestro prójimo y nos defendamos también nosotros de todo aquello que atenta a la dignidad humana.
3.- Comerlo es vivir eternamente. El cuarto evangelio no relata la institución de la eucaristía. Al describir la última cena no se menciona la eucaristía para nada. En cambio, hay un amplio discurso eucarístico en el evangelio de Juan. Hoy Jesús hace tres afirmaciones fundamentales: mi carne es verdadera comida, yo doy mi carne para vida del mundo, el que no come este pan no tendrá vida, mientras que quien lo come vivirá eternamente. La condición que Jesús pone para permanecer en El y para tener vida eterna es la de comer su pan y beber su sangre, comer de este pan que Jesús ofrece es una condición decisiva, comerlo es vivir eternamente, no comerlo es aceptar no tener vida. Desde nuestra experiencia vital esto es clarísimo. El que no come muere de hambre, y el que come poco está desnutrido, débil, sin fuerzas para el trabajo que otros bien nutridos, cumplen con relativa facilidad. La vida del Espíritu, la vida de Dios, necesita su adecuado alimento que es el cuerpo de Cristo. No comerlo es resignarse o morir. Hacerlo con poca frecuencia o de manera inadecuada es condenarse a estar débil, desnutrido, sin fuerzas para las dificultades morales de la vida y los compromisos cristianos. No hay cristianos de distinta naturaleza. Aquí radica la diferente fortaleza o debilidad entre los cristianos. En la distinta manera de alimentarse de Cristo. El alimento es el cuerpo de Cristo, a condición de que se reciba de manera adecuada: con reflexión y no por rutina, con debidas disposiciones y preparación, con voluntad de aceptar los compromisos que de ello se derivan. San Agustín hace esta reflexión:
“¿Que palabras habéis oído de boca del Señor que nos invita?, ¿Quién nos invita? ¿A quiénes invitó y qué preparó? Fue el Señor quien invitó a sus siervos, y les preparó como alimento a sí mismo. ¿Quién se atreverá a comer a su Señor? Con todo, dice: Quien me come, vive por mí (Jn 6,58). Cuando se come a Cristo, se come la vida. No se le da muerte para comerlo; al contrario, él da la vida a los muertos. Cuando se le come, da fuerzas, pero él no mengua. Por tanto, hermanos, no temamos comer este pan por miedo a que se acabe y no encontremos después qué tomar. Comamos a Cristo: aunque comido, vive, puesto que habiendo muerto resucitó. Ni siquiera lo partimos en trozos cuando lo comemos. Así acontece, en efecto, en el sacramento”
Propósito
Revisar y mejorar mis relaciones con los demás.
Diálogo con Cristo
Padre mío, si realmente conociera lo grande que es el don de la Eucaristía, acudiría con más fervor a recibir este don y trabajaría incansablemente por incrementar el amor a ella en todos los demás, empezando por mi propia familia. Permite, Señor, que sepa compartirte, que mi vida eucarística nunca se centre sólo en mi persona sino que sea el pan que me dé la fuerza para llevar a cabo mi misión.

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