Jueves 06 de Julio de 2017
Misa a elección:
Feria. Verde.
Santa María Goretti, virgen y mártir. (ML). Rojo.
Beata Nazaria Ignacia March Mesa, virgen. (ML). Blanco.
María Goretti nació en el año 1890 en una familia muy pobre en Ancona (Italia). Quedó huérfana y a cargo de sus cuatro hermanos menores, mientras su madre trabajaba en el campo. Un joven de la zona la asediaba hasta que, ante la negativa de María, la atacó con un punzón. María, de doce años, murió perdonando a su agresor y orando por su conversión, hecho que sucedió ocho años más tarde.
Madre Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España). A la edad de 9 años hizo la Primera Comunión y sintió la primera llamada del Señor: “Tú Nazaria, sígueme”. Ella respondió: “Te seguiré, Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura”. Funda en Bolivia, la Congregación religiosa de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia, el 9 de junio de 1947. Su tarea de evangelización era en las minas y el campo. Se dedicaban a “realizar la acción social de la mujer, con la mayor perfección posible y la difusión del catecismo entre niños y adultos”. Atendiendo niñas abandonadas, visitaban presos y hacían catequesis en las parroquias. Así buscaban la mejora de las condiciones sociales de las mujeres, mediante su profesionalización y la defensa de sus derechos. Muere en Buenos Aires (Argentina) el 6 de julio de 1943, dejando gran fama de santidad.
Misa a elección:
Feria. Verde.
Santa María Goretti, virgen y mártir. (ML). Rojo.
Beata Nazaria Ignacia March Mesa, virgen. (ML). Blanco.
María Goretti nació en el año 1890 en una familia muy pobre en Ancona (Italia). Quedó huérfana y a cargo de sus cuatro hermanos menores, mientras su madre trabajaba en el campo. Un joven de la zona la asediaba hasta que, ante la negativa de María, la atacó con un punzón. María, de doce años, murió perdonando a su agresor y orando por su conversión, hecho que sucedió ocho años más tarde.
Madre Nazaria Ignacia nació el 10 de enero de 1889, en Madrid (España). A la edad de 9 años hizo la Primera Comunión y sintió la primera llamada del Señor: “Tú Nazaria, sígueme”. Ella respondió: “Te seguiré, Jesús, lo más cerca que pueda una humana criatura”. Funda en Bolivia, la Congregación religiosa de las Hermanas Misioneras de la Cruzada Pontificia, el 9 de junio de 1947. Su tarea de evangelización era en las minas y el campo. Se dedicaban a “realizar la acción social de la mujer, con la mayor perfección posible y la difusión del catecismo entre niños y adultos”. Atendiendo niñas abandonadas, visitaban presos y hacían catequesis en las parroquias. Así buscaban la mejora de las condiciones sociales de las mujeres, mediante su profesionalización y la defensa de sus derechos. Muere en Buenos Aires (Argentina) el 6 de julio de 1943, dejando gran fama de santidad.
Antífona de entrada Sal 46, 2
Todos los pueblos aplaudan y aclamen al Señor con gritos de alegría.
Oración colecta
Dios nuestro, que por la gracia de la adopción quisiste hacernos hijos de la luz; concédenos que no seamos envueltos en las tinieblas del error, sino que permanezcamos siempre en el esplendor de la verdad. Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que vive y reina contigo en la unidad del Espíritu Santo, y es Dios, por los siglos de los siglos.
O bien: de santa María Goretti
Dios nuestro, que eres la fuente de la inocencia y amas la castidad, has dado a tu servidora santa María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia; concédenos, por su intercesión, que así como ella recibió la corona en el combate por su virginidad, seamos constantes para cumplir tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo…
O bien: de beata Nazaria Ignacia March Mesa
O bien: de santa María Goretti
Dios nuestro, que eres la fuente de la inocencia y amas la castidad, has dado a tu servidora santa María Goretti la gracia del martirio en plena adolescencia; concédenos, por su intercesión, que así como ella recibió la corona en el combate por su virginidad, seamos constantes para cumplir tus mandamientos. Por nuestro Señor Jesucristo…
O bien: de beata Nazaria Ignacia March Mesa
Dios todopoderoso y eterno, que enriqueciste a la beata Nazaria Ignacia con una amor grande a la Iglesia y un generoso celo apostólico, concédenos por su intercesión, que amando y siguiendo a Cristo, trabajemos con generosidad en la extensión de su reino. Por nuestro Señor Jesucristo…
Oración sobre las ofrendas
Dios de bondad, que das eficacia a tus misterios, concede que nuestro culto resulte digno de estos sagrados dones. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Antífona de comunión cf. Sal 102, 1
Bendice al Señor, alma mía, que todo mi ser bendiga a su santo nombre.
O bien: cf. Jn 17, 20-21
Dice el Señor: “Padre, ruego por ellos, para que todos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tú me enviaste”.
Oración después de la comunión
Que la víctima divina que hemos ofrecido y recibido nos llene de vida, Señor, para que, unidos a ti por el amor, demos frutos que permanezcan eternamente. Por Jesucristo, nuestro Señor.
Lectura Gn 22, 1-19
Lectura del libro del Génesis.
Después que Abraham permaneció largo tiempo en el país de los filisteos, Dios puso a prueba a Abraham. “¡Abraham!”, le dijo. Él respondió: “Aquí estoy”. Entonces Dios le siguió diciendo: “Toma a tu hijo único, el que tanto amas, a Isaac; ve a la región de Moria, y ofrécelo en holocausto sobre la montaña que yo te indicaré”. A la madrugada del día siguiente, Abraham ensilló su asno, tomó consigo a dos de sus servidores y a su hijo Isaac, y después de cortar la leña para el holocausto, se dirigió hacia el lugar que Dios le había indicado. Al tercer día, alzando los ojos, divisó el lugar desde lejos, y dijo a sus servidores: “Quédense aquí con el asno, mientras yo y el muchacho seguimos adelante. Daremos culto a Dios, y después volveremos a reunirnos con ustedes”. Abraham recogió la leña para el holocausto y la cargó sobre su hijo Isaac; él, por su parte, tomó en sus manos el fuego y el cuchillo, y siguieron caminando los dos juntos. Isaac rompió el silencio y dijo a su padre Abraham: “¡Padre!”. Él respondió: “Sí, hijo mío”. “Tenemos el fuego y la leña -continuó Isaac-, pero ¿dónde está el cordero para el holocausto?”. “Dios proveerá el cordero para el holocausto”, respondió Abraham. Y siguieron caminando los dos juntos. Cuando llegaron al lugar que Dios le había indicado, Abraham erigió un altar, dispuso la leña, ató a su hijo Isaac, y lo puso sobre el altar encima de la leña. Luego extendió su mano y tomó el cuchillo para inmolar a su hijo. Pero el ángel del Señor lo llamó desde el cielo: “¡Abraham, Abraham!”. “Aquí estoy”, respondió él. Y el ángel le dijo: “No pongas tu mano sobre el muchacho ni le hagas ningún daño. Ahora sé que temes a Dios, porque no me has negado ni siquiera a tu hijo único”. Al levantar la vista, Abraham vio un carnero que tenía los cuernos enredados en una zarza. Entonces fue a tomar el carnero, y lo ofreció en holocausto en lugar de su hijo. Abraham llamó a ese lugar: “El Señor proveerá”, y de allí se origina el siguiente dicho: “En la montaña del Señor se proveerá”. Luego el ángel del Señor llamó por segunda vez a Abraham desde el cielo, y le dijo: “Juro por mí mismo -oráculo del Señor-: Porque has obrado de esa manera y no me has negado a tu hijo único, yo te colmaré de bendiciones y multiplicaré tu descendencia como las estrellas del cielo y como la arena que está a la orilla del mar. Tus descendientes conquistarán las ciudades de sus enemigos, y por tu descendencia se bendecirán todas las naciones de la tierra, ya que has obedecido mi voz”. Abraham regresó a donde estaban sus servidores. Todos juntos se fueron a Berseba, y Abraham residió allí.
Palabra de Dios.
Comentario
Los pueblos vecinos de Israel sacrificaban a los niños para sus dioses. ¿Acaso Yavé sería como esas divinidades? Abraham está dispuesto a dar todo. En la disponibilidad de este hombre, Dios quiere darse a conocer. Él no es como los otros dioses, no pide el sufrimiento de los niños. Él no quiere la muerte ni la sangre. A Dios no le complace el sacrificio, sino el amor.
Salmo 114, 1-6. 8-9
R. ¡Caminaré en presencia del Señor!
Amo al Señor, porque él escucha el clamor de mi súplica, porque inclina su oído hacia mí cuando yo lo invoco. R.
Los lazos de la muerte me envolvieron, me alcanzaron las redes del abismo, caí en la angustia y la tristeza; entonces invoqué al Señor: “¡Por favor, sálvame la vida!”. R.
El Señor es justo y bondadoso, nuestro Dios es compasivo; el Señor protege a los sencillos: yo estaba en la miseria y me salvó. R.
Él libró mi vida de la muerte, mis ojos de las lágrimas y mis pies de la caída. Yo caminaré en la presencia del Señor en la tierra de los vivientes. R.
Aleluya 2Cor 5, 19
Aleluya. Dios estaba en Cristo, reconciliando al mundo consigo, confiándonos la palabra de la reconciliación. Aleluya.
Evangelio Mt 9, 1-8
Evangelio de nuestro Señor Jesucristo según san Mateo.
Jesús subió a la barca, atravesó el lago y regresó a su ciudad. Entonces le presentaron a un paralítico tendido en una camilla. Al ver la fe de esos hombres, Jesús dijo al paralítico: “Ten confianza, hijo, tus pecados te son perdonados”. Algunos escribas pensaron: “Este hombre blasfema”. Jesús, leyendo sus pensamientos, les dijo: “¿Por qué piensan mal? ¿Qué es más fácil decir: ‘Tus pecados te son perdonados’, o ‘Levántate y camina’? Para que ustedes sepan que el Hijo del hombre tiene sobre la tierra el poder de perdonar los pecados, –dijo al paralítico– levántate, toma tu camilla y vete a tu casa”. Él se levantó y se fue a su casa. Al ver esto, la multitud quedó atemorizada y glorificaba a Dios por haber dado semejante poder a los hombres.
Palabra del Señor.
Comentario
Jesús puede decir ambas cosas: “Tus pecados te son perdonados” y “Levántate y anda”. Esas son las palabras que él pronuncia sobre nuestra vida, con las que nos saca de la parálisis, nos pone de pie y nos da la vida que el pecado quita. Este es el maravilloso poder de Jesús, un poder amoroso que perdona y levanta.
Oración introductoria
Jesús, me encuentro hoy en tu presencia, sabiendo que entre todas las personas de este mundo, Tú me amas personalmente a mí y me escuchas en este momento. Dame la fe para creer en tu amor como creyó el paralítico del evangelio. Él no se esperaba este milagro de tu amor, pero sabías que lo necesitaba; aunque yo no te pida lo que más me conviene, sé que Tú me lo darás y, por esto, te doy las gracias. Gracias también por perdonar mis faltas y pecados, como lo hiciste con este enfermo.
Petición
Jesús, concédeme hacer la experiencia de tu amor misericordioso.
Meditación
Hoy encontramos una de las muchas manifestaciones evangélicas de la bondad misericordiosa del Señor. Todas ellas nos muestran aspectos ricos en detalles. La compasión de Jesús misericordiosamente ejercida va desde la resurrección de un muerto o la curación de la lepra, hasta perdonar a una mujer pecadora pública, pasando por muchas otras curaciones de enfermedades y la aceptación de pecadores arrepentidos. Esto último lo expresa también en parábolas, como la de la oveja descarriada, la didracma perdida y el hijo pródigo.
El Evangelio de hoy es una muestra de la misericordia del Salvador en dos aspectos al mismo tiempo: ante la enfermedad del cuerpo y ante la del alma. Y puesto que el alma es más importante, Jesús comienza por ella. Sabe que el enfermo está arrepentido de sus culpas, ve su fe y la de quienes le llevan, y dice: «¡Animo!, hijo, tus pecados te son perdonados» (Mt 9,2).
¿Por qué comienza por ahí sin que se lo pidan? Está claro que lee sus pensamientos y sabe que es precisamente esto lo que más agradecerá aquel paralítico, que, probablemente, al verse ante la santidad de Jesucristo, experimentaría confusión y vergüenza por las propias culpas, con un cierto temor a que fueran impedimento para la concesión de la salud. El Señor quiere tranquilizarlo. No le importa que los maestros de la Ley murmuren en sus corazones. Más aun, forma parte de su mensaje mostrar que ha venido a ejercer la misericordia con los pecadores, y ahora lo quiere proclamar.
Y es que quienes, cegados por el orgullo se tienen por justos, no aceptan la llamada de Jesús; en cambio, le acogen los que sinceramente se consideran pecadores. Ante ellos Dios se abaja perdonándolos. Como dice san Agustín, «es una gran miseria el hombre orgulloso, pero más grande es la misericordia de Dios humilde». Y en este caso, la misericordia divina todavía va más allá: como complemento del perdón le devuelve la salud: «Levántate, toma tu camilla y vete a tu casa» (Mt 9,6). Jesús quiere que el gozo del pecador convertido sea completo.
Nuestra confianza en Él se ha de afianzar. Pero sintámonos pecadores a fin de no cerrarnos a la gracia.
Propósito
Me acercaré a la confesión, para que Jesús cure mi alma.
Diálogo con Cristo
Jesucristo, yo sé que a veces te he fallado, quizá muchas de ellas por ignorancia. Ahora, que sé que tu amor no se cansa de perdonar, quiero decirte que tampoco yo me cansaré de amarte. Hoy me acerco a tu misericordia. Ayúdame a rezar más y a ver en esa oración lo que debo cambiar. Eso que sólo Tú y yo sabemos, y que me vas pidiendo día a día. Propongo, con tu ayuda, no volver a pecar o recurrir al sacramento de la reconciliación si tengo la desgracia de perder tu amistad.

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