“Dijo el Señor: “¿A quien se parecen los hombres de esta generación? ¿A quien los compararemos? Se parecen a unos niños sentados en la plaza, que gritan a otros: “Hemos tocado la flauta y no han bailado, cantamos lamentaciones y no han llorado”. (Lc 7,31-37)
Me gusta la comparación de Jesús.
Es que Jesús no era tan serio como tantas veces pensamos.
También sabía decir las cosas serias con buen humor.
¿Qué nos quiere decir hoy?
Algo muy sencillo: es difícil acertar con nosotros.
Si tocan la flauta, no bailamos.
Si cantan lamentaciones, no lloramos.
Si no comemos ni bebemos como Juan, decimos que tiene un demonio.
Si comemos y bebemos como Jesús, somos unos comilones y unos borrachos.
Si hablamos del Evangelio, somos unos fanáticos.
Si callamos y no decimos nada, somos unos cobardes.
Si luchamos por la justicia social, somos unos comunistas.
Si no hacemos nada por los pobres, somos unos acomodados.
Si ponemos cara de serios, nos dicen amargados.
Si nos atrevemos a contar chistes, nos llaman superficiales.
Si rezamos mucho, nos dicen beatos.
Si no rezamos, nos dicen que nos olvidamos de Dios.
Si ayunamos, dicen que no sabemos vivir.
Si comemos, nos dicen que somos unos “tragones”.
Si no bebemos, dicen que con nosotros no hay fiesta.
Si bebemos, nos dicen que somos unos borrachos.
Bueno, ¿ustedes entienden algo?
Si tomamos en serio nuestra vida, nos califican de amargados.
Si tomamos en serio ser santos, de seguro que dirán que vivimos la vida.
Si somos diferentes a los demás, nos dicen “intimistas e insociables”.
Si somos como los demás, nos dicen que no tenemos personalidad.
Si somos serviciales, dicen que se aprovechan de nosotros.
Si dejamos que cada uno haga lo suyo, nos califican de faltos de solidaridad.
Si sonreímos a alguien, dicen ¿qué le querrá pedir?
Si ponemos cara de tranca, dicen que somos unos antipáticos.
Insisto, ¿ustedes entienden algo?
Bueno, pues a mí no me llama ya la atención.
Porque Jesús pasó por la misma experiencia.
La llamaron “comilón y borracho, amigo de publicanos y pecadores”.
Pero él no hizo cado a las habladuría.
Es que si usted va a hacer caso de lo que la gente dice, está refrito.
Y nunca acertará.
Y será del gusto de todos.
Por eso me encanta Jesús:
Le dijeron de todo, pero él siguió su camino.
Le llamaron de todo, pero él siguió siendo él mismo.
Es que lo importante es:
Conocerse uno a sí mismo.
Conocer cada uno su identidad.
Conocer cada uno qué espera Dios de él.
Sentir que su verdad no depende de lo que diga la gente.
Sentir que su verdad solo depende de cada uno.
Sentir que su verdad solo depende de lo que Dios piensa de él.
Vivir pendiente de lo que hablen de uno es vivir esclavizado.
Vivir pendiente de los digan de uno, es vivir desde los demás.
Por eso mi opción es:
Yo tengo que ser yo mismo.
Yo tengo que escucharle a El.
Yo tengo que ser fiel a su palabra.
Quiero ser yo mismo y no lo que otros piensen.
Quiero ser libre y vivir con libertad.
¿Ustedes qué dicen?
Clemente Sobrado C. P.
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