“Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del Hombre subir a donde estaba antes?
El Espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida”. (Jn 6,60-69)
“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”
Cuando Dios no habla como nosotros: “este modo de hablar es duro”.
Cuando Dios no nos da la razón: “este modo de hablar es duro”.
Cuando Dios no piensa como nosotros: “este modo de hablar es duro”.
Cuando Dios no satisface nuestros gustos e intereses: “este modo de hablar es duro”.
Cuando Dios nos ofrece exigencias nuevas: “este modo de hablar es duro”.
“¿Quién puede hacerle caso?”.
Hacemos caso a la vieja de la esquina que nos viene con sus chismes.
Hacemos caso al que nos viene con la última chismografía.
Hacemos caso al titular sensacional de periódico.
Hacemos caso a la última noticia de la TV.
Hacemos caso al último cuento que nos llega por “mail”.
Pero nos cuesta hacerle caso cuando Jesús nos el regalo de la Eucaristía.
Nos cuesta hacerle caso a Jesús cuando nos dice que nos ama hasta hacerse pan de Eucaristía.
Nos cuesta hacerle caso a Jesús cuando nos dice que estamos llamados a vivir la misma vida de Dios.
Nos cuesta hacerle caso cuando nos dice que “comer su carne y beber su sangre” nos hace vivir su misma vida.
“¿Quién puede hacerle caso?”
Cuando nos dice que el Espíritu es quien da vida.
Cuando nos dice que vivir según la carne solo trae muerte.
Cuando nos dice que sus palabras “son espíritu y vida”.
Y preferimos “echarnos atrás” y renunciamos a “volver a ir con él”.
¿Por qué creemos tan fácilmente a la palabra de cualquier charlatán, y nos cuesta tanto creer a la Palabra de Dios?
Seguimos enfebrecidos a cualquier cantante de moda, que nos viene a entretener unas horas y a sacarnos los dineros que no tenemos, y nos resistimos a seguir a Jesús que todo nos lo ofrece gratis.
Seguimos alocados a cualquiera de esas figuras del cine o del fútbol que, a cuenta nuestra se llevan una vida de padre mío, y nos cuesta tanto seguir a Jesús que nos ofrece la verdadera vida.
“Muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él”.
No basta comenzar con ilusión.
No basta decir que sí cuando no hay verdaderos convencimientos.
No basta decir que sí mientras le podemos sacar jugo a su presencia.
Lo difícil es seguirle cuando habla de “darnos”.
Lo difícil es seguirle cuando habla de “hacernos pan para los demás”.
Lo difícil es seguirle cuando tenemos que renunciar a nosotros mismos y ponernos en actitud de servicialidad de los demás.
Muchos comenzamos con alegría nuestro Bautismo. y luego nos damos de baja.
Muchos comenzamos con gozo nuestro Matrimonio, y luego nos cansamos y nos echamos atrás.
Muchos comenzamos el camino del Sacerdocio, y luego decimos que no nos convence.
Muchos comenzamos nuestra Vida Consagrada, y luego decimos que no tenemos vocación, que no es nuestro camino.
Señor, que no seamos de los que nos escandalizamos de tus exigencias, sino que, como los Doce, podamos decir cada día “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna”.
Pensamiento: Sabemos que el camino no es fácil, pero sabemos que es el camino que nos lleva lejos.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Pascua
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