“Vino a Nazaret donde se había criado y, según costumbre, entró en la sinagoga y se levantó para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y halló el pasaje donde estaba escrito: “El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido. Me ha enviado a anunciar a los pobres la Buena Noticia, a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Esta escritura que acabáis de oír, se ha cumplido hoy”. (Lc 4,14-22)
Tú ¿quién eres? ¿Sabes dar razón de tu identidad? ¿Sabes quién eres? ¿Conoces tu identidad? Quien no conoce su identidad no se conoce a sí mismo ni sabe quién es. Quien no conoce su identidad está como perdido y no sabe qué hacer en la vida. Quien no conoce su identidad existe pero no vive. Camina pero no sabe a dónde va. Se podría decir de él “perdido en el espacio” o “perdido en nuestra selva”. Jesús, después de su experiencia con Juan el Bautista y su primera experiencia del Reino en Cafarnaúm, regresa a su tierra donde se crió, donde creció. Y lo primero que hace presentarse en la Sinagoga para hacer su propia presentación. Toda su vida vivió allí como un anónimo más de su pueblo. Y recién ahora confiesa su identidad. “Hoy se cumple lo que acabáis de oír del Profeta Isaías”. ¿Cuáles son los rasgos que definen la identidad de Jesús? Primero: es el “ungido por el Espíritu del Señor” Segundo: es el enviado, no el que actúa por su cuenta. Tercero: para anunciar a los pobres la Buena Noticia. Cuarto: para dar la libertad a los oprimidos. Quinto: anunciar que comienza el tiempo de la gracia y termina el de la ley. Jesús tiene claro su ser, su identidad, que se confunde con su misión. Lo primero es su conciencia de ser el ungido y el enviado. Una conciencia que lo definirá toda su vida. El Espíritu está en él. No actúa por su cuenta sino desde el que lo ha enciado. Y su primera preferencia son los pobres. Rompe todos los esquemas de nuestro modo de pensar. Pero es concebido en un lugar de pobres: Nazaret. Nace en un lugar de pobres: un pesebre. Y entrega a su vida fundamentalmente en Galilea lo más pobre de Israel. Lo segundo: vine a anunciar la Buena Noticia a los pobres. Viene a traer la esperanza a los que no tienen esperanza. Viene a traer el anuncio de un futuro a quienes no tenía futuro. Los pobres serán una de las señales que lo identifique durante toda su vida. Comienza la esperanza para los pobres. Por fin, alguien dedica su vida a los pobres. Tercero: viene a anunciar la libertad a todos los oprimidos. Jesús vive marcado por la libertad. No quiere que nadie viva privado de la libertad. No quiere que nadie viva esclavo de nadie. No quiere que nadie se sienta con derecho a esclavizar a nadie. Rasgos que embellecen su vida: Conciencia de ungido por el Espíritu. Conciencia de enviado, de actuar en nombre del Padre. Conciencia de ser buena noticia primero para los pobres y marginados. Conciencia de que hay que anuncia la libertad y trabajar porque todos sean libres. Una vida y un rasgo que la definen que debieran ser también los nuestros. Porque también nosotros somos ungidos en el bautismo. Porque también nosotros somos enviados. Porque también nosotros estamos llamados a ser y anunciar la Buena Nueva. Porque también nosotros estamos a ver en los pobres la presencia de Dios. Porque también nosotros estamos llamados a anunciar a Buena Noticia a los pobres hoy. Porque también nosotros estamos llamados a luchar por la libertad. Porque también nosotros estamos llamados a anunciar una vida de gracia. ¿Será esta nuestra identidad? ¿Será esto lo que nos define a los cristianos? ¿Nos conocerán por estos rasgos? Clemente Sobrado C. P.
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