“Jesús vio una multitud y le dio lástima de ellos, porque andaban como ovejas sin pastor, y empezó a enseñarles muchas cosas. Cuando se hizo tarde se acercaron los discípulos a decirle: “Estamos en despoblado y ya es muy tarde. Despídelos, que vayan a los cortijos y aldeas de alrededor, y se compren para comer”. Les replicó: “Dadles vosotros de comer”. (Mc 6,34-44)
La escena de la multiplicación de los panes pueden tener diversas lecturas.
En primer lugar hay en los relatos algunas diferencias.
En unos es Jesús quien toma conciencia de que a gente siente hambre.
El otro, el de hoy, son los discípulos que descubren que la gente no tiene que comer.
Además, el testo se presta a distintas interpretaciones.
Una sociológica, que tiene su razón de ser.
Otra la Eucarística, que nos parece la más real.
Incluso aparecen frases que luego escucharemos al la hora de la institución de la Eucaristía.
Personalmente acepto la doble lectura sociológica y eucarística.
Yo la llamo una “eucaristía a aire libre”.
No una eucaristía en la que hay que estar formalito y muy atento y fervoroso.
Sino la vida de los cristiano convertida en eucaristía.
No se trata de “asistir” a la Misa.
Sino de “convertir nuestras vidas en eucaristía”.
“Somos pan partido y compartido”.
Aunque tampoco me desagradaría celebrar la Misa dominical sobre este libreto del Evangelio.
La vería más viva, más interesante y hasta más eucarística.
Pero, no creo que los liturgistas nos lo permitan.
Lo que nadie nos puede prohibir es hacer de nuestras vidas personales y comunitarias unas vidas eucarísticas.
Misas para las que no se necesita de sacerdote.
Misas para las que es suficiente ser bautiza creyente y sensible a su fe.
Veamos algunas señales que nos envía Jesús hoy:
Sentir que los demás no me son indiferentes.
Sentir que el hambre de los demás debe ser mi hambre.
Sentir que es necesario escuchar la Palabra pero también se necesita el pan.
Sentir que todos somos hermanos.
Sentir que todos estamos llamados a sentarnos a la misma mesa, tanto la misa de la vida como a la mesa de a eucaristía.
Tomar conciencia de las necesidades de los demás.
Tomar conciencia de que las necesidades de los otros también son mías.
Tomar conciencia de que somos cada uno de nosotros responsables de dar e comer a los que tienen hambre.
Tomar conciencia de que tener poco no es razón para despedirlos y que cada uno se las arregle.
Tomar conciencia de que lo poco compartido con amor llega para todos.
Tomar conciencia de que lo mucho sin amor llega a pocos.
No es la abundancia la que evita el hambre en el mundo.
Sino el amor que nos hace compartir lo poco de cada uno.
Y cuando damos con amor llega a todos.
Y cuando damos con amor sobran cestas de panes y peces.
Como por muchos que comulguemos siempre sobra en el Sagrario.
¿Ha visto a los que hoy no tienen pan?
¿Con cuántos reparto lo poco que tengo?
¿Qué hago con lo que a mí me sobra?
Porque lo que a mí me sobra no es mío sino de los que lo necesitan.
Cada día podemos hacer el milagro de que los demás se sientan bien.
Cada día podemos compartir nuestro pan sin que “vayan a comprar”.
¿No quisiéramos hacer hoy algún milagrito?
¿No te gustaría te entre tus manos lo que te sobra?
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Navidad Tagged: compartir, comunion, eucaristia, multiplicacion, panes, peces, solidaridad
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