“La suegra de Simón estaba en cama con fiebre; se lo dijeron a Jesús y él se acercó, la tomó de la mano y la levantó. Al atardecer, cuando ya se había puesto el sol, la llevaron todos los enfermos y endemoniado. Se levantó de madrugada, se fue a un lugar solitario y allí se puso a orar. Simón y sus discípulos fueron y, al encontrarlo, le dijeron: “Todo el mundo te busca” El respondió: “Vamos a otra parte, a los pueblos cercanos para predicar también allí, que para eso he venido”. (Mc 1, 29-39)
Lástima que Jesús vino demasiado pronto.
Porque él creo necesitaba una agenda o una de esas tablets, para redactar todas las cosas que tenía que hacer, porque tenía el día lleno.
Su vida estaba llena.
No tenía espacios libres, los enfermos y necesitados se la ocupaban.
Me gustan las personas que:
No tienen tiempo libre.
No disponen de tiempo para sí.
Porque la gente los necesitan.
Jesús era una de esas personas que tenían todo su tiempo ocupado.
No para dedicarse a sus cosas.
Sino porque los demás lo necesitaban.
Jesús vivía para los demás y no para sí mismo.
Mejor dicho, Jesús vivía para sí mismo dedicándose a los demás.
Sin embargo, siempre encontraba un espacio para sí.
Para dedicarse a la oración, el diálogo y al encuentro con el Padre.
No podemos entregarnos totalmente a los demás, si no hemos tenido esos encuentros con el Padre.
Recuerdo lo que decía Juan Martín Velasco hablando a los sacerdotes: “El día que no tenga media hora para la contemplación, ese día dedíquele cuarenta y cinco minutos”.
Jesús comienza su predicación:
No tanto hablando sino entregado a los necesitados.
No sé lo que pudieran ver en él, pero le traían todos los enfermos.
Es maravilloso vivir para los demás.
Es estupendo dedicar su tiempo a solucionar los problemas de los demás.
Y dos rasgos que llaman la atención:
El primero, los sábado los enfermos tienen que vivir con su enfermedad, porque la ley prohíbe curar.
Por eso, tiene que esperar que se ponga el sol, para que todos acudan a él.
Nunca he podido entender una ley y una religión que esté por encima de las necesidades de los hombres.
En segundo lugar, Jesús no se deja atrapar por nadie.
“Maestro todo el mundo te busca”.
Todo está muy bien, pero también él necesita su espacio de encuentro con el Padre.
Y además, la gracia el Evangelio es universal.
Nadie tiene derecho a hacerse dueño de él.
“Vamos a otra parte, a los pueblos cercanos para predicar también alí, que para eso he venido”.
Todos tenemos la tentación de acapararnos la Iglesia.
Pero la Iglesia no es para este o aquel lugar privilegiado.
La Iglesia es también para “ir a otros lugares”.
Nadie puede hacerse dueño de la Iglesia.
Nadie puede hacerse dueño de los sacerdotes.
Estamos también para “ir allí donde nadie va y sin embargo nos están reclamando”.
Una Iglesia para todos.
Una Iglesia que tiene sus espacios de encuentro con Dios en la contemplación.
Una Iglesia que no puede instalarse sino que tiene que ser ambulante allí donde la necesitan.
Clemente Sobrado C. P.
Archivado en: Ciclo A, Tiempo ordinario Tagged: curacion, jesus, oracion, reino de dios, señales
Publicar un comentario